jueves, 30 de julio de 2009

Bakkagerdi. Excursión al Caos de Stórurd. 30 Julio 2009

El día se levanta con nubes y claro de cielo azul. No llueve. Nos sentimos motivados para andar por las montañas que rodean el fiordo. He visto un montón de fotos de esas montañas que un guía a dejado a disposición de los viajeros que pernoctan aquí. Hay una que me ha llamado la atención especialmente. En ella se ve un pequeño pero autentico glaciar. Creo que en este país hay tantos y tan enormes glaciares que ni siquiera han pensado ponerlo en los mapas. No aparece en ninguno de los nuestros o los que están en la casa. Decidimos hacer la excursión al "Caos de rocas de Stórurd" como nos habían recomendado. Desayunamos. Preparamos las mochilas y después de un corto trayecto en coche llegamos a nuestro punto de partida después de cruzar un pequeño puerto de montaña en el que vemos un pequeño lago glaciar. Empezamos a caminar. A los cinco minutos primera sorpresa para Sorana. Tenemos que atravesar un torrente. Algo que a ella le aterroriza. Lo atravesamos sin problemas. Avanzamos sin mucha dificultad por el flanco de una loma que se eleva a nuestra izquierda sin ganar mucha altura y con vistas al gran valle que atravesamos dos días antes a nuestra llegada. Tania se está poniendo muy caprichosa jugando al juego de las iniciales de los personajes de libros "H" Harry Potter, "B" Bilbo el hobbit, "M" Matilda, Momo ....

Llegado a otro torrente, al atravesar se me cae el biberón de agua de Diana. El agua lo arrastra irremediablemente delante de nuestros ojos. Tania llora desesperada porque le parece grave que su hermanita se haya quedado sin uno de sus biberones. Intentamos calmarla diciendo que compraremos otro pero nuestras palabras no surten mucho efecto. Después de este incidente Tania se pone aun más caprichosa. Me adelanto un poco porque me estoy poniendo malo de los nervios con Tania y su actitud. Cada vez que atravieso un torrente con alguna dificultad las espero. Busco un lugar adaptado a Tania y Sorana y las ayudo a atravesar. Mientras tanto vamos avanzando por terrenos casi inundados por la lluvia de ayer y el deshielo.

Llegamos a una zona donde el valle se cierra un poquito, aparecen pequeños lagos siempre a nuestra derecha y comienzan a verse una serie de cascadas que bajan a nuestra izquierda. Antes de llegar me pregunto si podremos atravesar los ríos debajo de esas cascadas. Al llegar a uno de los primeros me doy cuenta rápidamente de que no podemos atravesar saltando de roca en roca. Ni siquiera yo porque llevo a Diana a la espalda que va como siempre disfrutando del paseo.
Tania y Sorana van rezagadas. ¡Idea! Busco un sitio río abajo con poca corriente y poco profundo para quitarnos las botas y atravesar los pies en el agua. Al llegar y contarles mi idea, Tania está entusiasmada y quiere pasar ella a pie. Sorana por el contrario se muestra reticente. ¡ Es agua de 5 minutos! ¡Que fría! Las piernas duelen horriblemente. Dejo la mochila con Diana del otro lado y vuelvo a por Tania que se queja porque quiere ir sola. Arrojo la mochila que lleva Sorana al otro lado y llevo a Tania en mis brazos. Grito de dolor por el frío. Ahora le toca a Sorana. Me insinúa que la lleve a ella a la espalda. ¡Ni loco! Pesa demasiado. - Ayúdame - me dice. No es fácil con el "agua de 5 minutos". Finalmente se avanza metiendo sus piernas. Le tiendo la mano. Mientras nos estamos calzando miro las otras dos cascadas que bajan a escasos metros delante nuestra y temo tener que descalzarme de nuevo. Unos minutos más tarde me siento mucho más tranquilo después de haber atravesado los otros dos torrentes con los pies secos.

Me adelanto otra vez unos metros y tras avanzar durante unos minutos en la silenciosa compañía de Diana me topo en un recodo del camino con una pareja de caminantes. Me detengo unos minutos a charlar con ellos mientras espero que Tania y Sorana me alcancen. Son franceses. Vienen de cerca de París. Me cuentan que ellos vienen del otro lado de la cresta que han salido desde otro punto de la misma carretera por la que nos hemos acercado. Hacen un circuito que yo había visto en el mapa y que pensaba proponer como camino de vuelta para evitar tener que atravesar los ríos. Ellos nos lo recomiendan y nos confirman que ya no hay que atravesar más torrentes. Esto último es lo único que le hace falta a Sorana para convencerla de volver por este nuevo camino.

Veinte minutos más tarde llego a un punto donde para mi sorpresa tengo ante mis ojos el mismo glaciar que había visto en una foto el día anterior en nuestra guesthouse. El Caos de Stórurd se extiende bajo el glaciar. Me pone muy contento poder verlo. No me lo esperaba. Repentinamente un golpe de viento viene a traer una masa de nueves que esconden el glaciar y van a impedir que vuelva a verlo integralmente.

Nos internamos juntos en le caos rocoso. Tania y yo hacemos una escapada para ir a ver un par de pequeños lagos de aguas turquesas entre las rocas mientras Sorana se queda esperando porque también hay que atravesar un par de riachuelos para poder aproximarse al lugar. Son preciosos.

Nos ponemos de nuevo en marcha cuando empiezan a caer las primeras gotas de lluvia. Normalmente tendríamos que volver sobre nuestras pasos y volver a recorrer todo el camino hasta el coche pero finalmente nos lazamos a cerrar el bucle por el otro camino.

Para salir del circo glaciar tenemos que remontar la ladera de por la izquierda de los picos que cierran el valle. Remontamos la pendiente muy empinada pero no demasiado larga. Deben de ser unos cien metros de desnivel y viendo el mapa esto debe ser lo mas duro del camino por ser muy empinado. Tania se obstina en subir por una parte donde hay un nevero. La dejo atravesar unos metros pero subo detrás de ella muy atento a sus movimientos para evitar que resbale y se haga daño. Llegamos arriba sin el menor problema pero veo que Sorana está ya muy cansada mientras Tania no da señales de fatiga. Bebemos agua mientras recuperamos el aliento pero enseguida emprendemos la marcha porque la lluvia comienza de nuevo y la niebla se abate sobre nosotros.
El camino está muy bien marcado y no tiene perdida a pesar de la niebla que por momentos se hace muy espesa. Es una pena que no podamos ver el panorama. Avanzamos en un ambiente surrealista mientra la lluvia intermitente nos va mojando. Por suerte estamos muy bien equipados y el agua no nos cala pero molesta. Se van sucediendo pequeñas subidas y pequeñas bajadas, riachuelos, neveros, pedregales, explanadas de musgo encharcadas y lluvia intermitente durante casi dos horas. En cierto momento nos cruzamos con una pareja de caminantes. Son muy ancianos y no van muy bien equipados. Nos pregunta por el camino que les queda hasta llegar al valle.

Diana que siempre va muy bien a mi espalda quiere bajar y caminar. No la dejamos porque esta lloviendo y nuestro objetivo es terminar lo antes posible. Se pone a llorar porque ya esta harta de estar tanto tiempo a la espalda. Tania nos sorprende una vez más cuando se pone a cantar canciones para calmar a su hermana. Su estrategia da buen resultado. Cada vez que Tania para de cantar Diana se pone a llorar. Preocupados por Diana, sorprendidos por la fuerza y la energía de Tania pasamos media hora más caminando bajo una lluvia que ahora es persistente.

De pronto escucho el ruido de un vehículo que nos llega a través de la niebla. ¡ Tenemos que estar cerca de la carretera ! Mi plan es que mis niñas me esperen al borde la carretera que no es más que una pista de graba mientras yo corro los dos o tres kilómetros que me separan del coche. Veo que llegamos a carretera la altura del puerto de montaña donde vimos el lago glaciar.

La suerte nos sonríe otra vez. Un coche rojo se aproxima en el momento en que llegamos a la pista. Es la pareja de franceses que nos hemos cruzado hace tres horas en la montaña. Amablemente nos acercan a Tania y a mi hasta nuestro coche y diez minutos después estamos recogiendo a Diana y Sorana. Conduzco hasta nuestro alojamiento en Bakkagerdi donde nos damos un baño caliente bien merecido. Comemos un plato de pasta. Una noche reparadora nos espera.
Ha sido el día más duro de todos. Andar tantas horas, calculo que más de siete y un par de ellas bajo la lluvia, es realmente agotador. Tania se ha portado de una manera sorprendente. Ni su madre ni yo nos podíamos imaginar que fuera capaz de algo así pero está claro que cuando los niños quieren pueden hacer cosas impresionantes. ¡Y pensar que Tania todavía no ha cumplido seis años!

No hay comentarios:

Publicar un comentario