Este día de vuelo a Reykjavik vía Londres ha sido agotador.
Salimos después de comer con el coche bien cargado con el equipaje para cuatro: mis hijas Diana y Tania de 15 meses y casi 5 años, mi mujer de xx años y yo mismo.
En Ginebra nos hemos llevado la mala sorpresa de que Britsh Airways no podía facturar el equipaje hasta Reykjavik. Al llegar a Heathrow he tenido que ir a buscar el equipaje, coger un tren-metro hasta otra terminal y volver a facturar. Y luego nos hemos dado una carrera, empujando el carrito de Diana y llevando mochilas para no perder la conexión por culpa de esos absurdos controles de seguridad que han impuesto en los aeropuertos para que algunas afortunadas empresas de "seguridad" se forren haciendo estúpidos controles que todo el mundo, y especialmente las empresas de seguridad, sabe que son inútiles y no sirven para nada.
Finalmente hemos tomado el avión. Eran más o menos las 11:00 de la noche. El sol se había puesto pero desde las ventanillas del avión no era noche cerrada. Había un poco de claridad en el horizonte por eso de estar tan al norte. Lo curioso es ver que una vez en el aire, durante las 3 horas de vuelo, se veía como poco a poco el cielo se iba aclarando. Cuando hemos divisado tierras Islandesas cuatro horas más tarde ya se veía bastante bien.
Los paisajes al aproximarnos al aeropuerto son muy poco usuales: todo es de un color marrón oscuro por unos inmensos campos de lava cruzados por enormes grietas y entre los que destacaban algunos cráteres. En el horizonte se ve a lo lejos el blanco de la nieve y el hielo.
Después de recoger las bolsas nos espera un minibus que nos lleva a Reykjavik en un poco menos de una hora de trayecto hasta nuestra Guesthouse Aurora.
Nos hemos acostado rápido porque mañana nos espera un día duro. Hay que levantarse en solo cuatro horas y estamos acostándonos destrozados. Me da mucha pena por mis niñas. Ellas si que lo van a sufrir.
Bueno, ellas seguro que duermen en el trayecto hacia las Islas Vestman.
Salimos después de comer con el coche bien cargado con el equipaje para cuatro: mis hijas Diana y Tania de 15 meses y casi 5 años, mi mujer de xx años y yo mismo.
En Ginebra nos hemos llevado la mala sorpresa de que Britsh Airways no podía facturar el equipaje hasta Reykjavik. Al llegar a Heathrow he tenido que ir a buscar el equipaje, coger un tren-metro hasta otra terminal y volver a facturar. Y luego nos hemos dado una carrera, empujando el carrito de Diana y llevando mochilas para no perder la conexión por culpa de esos absurdos controles de seguridad que han impuesto en los aeropuertos para que algunas afortunadas empresas de "seguridad" se forren haciendo estúpidos controles que todo el mundo, y especialmente las empresas de seguridad, sabe que son inútiles y no sirven para nada.
Finalmente hemos tomado el avión. Eran más o menos las 11:00 de la noche. El sol se había puesto pero desde las ventanillas del avión no era noche cerrada. Había un poco de claridad en el horizonte por eso de estar tan al norte. Lo curioso es ver que una vez en el aire, durante las 3 horas de vuelo, se veía como poco a poco el cielo se iba aclarando. Cuando hemos divisado tierras Islandesas cuatro horas más tarde ya se veía bastante bien.
Los paisajes al aproximarnos al aeropuerto son muy poco usuales: todo es de un color marrón oscuro por unos inmensos campos de lava cruzados por enormes grietas y entre los que destacaban algunos cráteres. En el horizonte se ve a lo lejos el blanco de la nieve y el hielo.
Después de recoger las bolsas nos espera un minibus que nos lleva a Reykjavik en un poco menos de una hora de trayecto hasta nuestra Guesthouse Aurora.
Nos hemos acostado rápido porque mañana nos espera un día duro. Hay que levantarse en solo cuatro horas y estamos acostándonos destrozados. Me da mucha pena por mis niñas. Ellas si que lo van a sufrir.
Bueno, ellas seguro que duermen en el trayecto hacia las Islas Vestman.
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