Desayuno speed y minibus al aeropuerto (después un taxi a toda velocidad hacia la guesthouse Aurora para recuperar las cosas olvidadas y vuelta al aeropuerto donde me esperaban mis niñas).
Muchas risas con Tania en el pequeño aeropuerto leyendo (interpretando) con un poco de imaginación un periódico islandés.
Hace un día con sol y cielo azul. Cruzamos los dedos para que tengamos muchos días como este.
Pequeña confusión al coger el autobús al llegar a la isla pero todo se resuelve rápido y bien.

Tenemos suerte y hemos tomado los mejores sitios en la cubierta superior del pequeño barco. Comenzamos nuestra excursión alrededor de la isla después de ver un documental de la erupción que paso aquí en 1973 y destruyó una parte del pueblo. El cráter es visible muy cerca del pueblo.
Es impresionante pensar lo que pasó aquí cuando yo era un bebé de 4 meses y como la vida retomó su curso normal hasta hoy a la espera de que la bestia se despierte otra vez.
Desde el puerto el paisaje es suntuoso. Desde el mar aun más.
Damos la vuelta a la isla. El capitán nos lleva al interior de varias cuevas donde anidan muchos pájaros. Aves marinas de las que desconozco el nombre.
Toda la superficie del mar alrededor de la isla está llena de "macarrones" (esos pájaros blancos y negros con el pico multicolor que muchas veces he visto en documentales en la tele) como los llama Tania. Los acantilado y las pendientes de hierba sobre ellos también están plagados de aves marinas.

Tenemos mucha suerte. ¡Hemos visto una ballena!. La primera en nuestra vida (sin contar con las orcas del parque Marinland).
El capitan nos lleva a una última gruta antes de entrar en el puerto y nos toca una melodía con su saxofón para mostrarnos la acústica tan buena del lugar.
De vuelta al puerto nos tomamos una sopa para calentarnos porque, aunque había sol y cielo azul, la brisa del mar es fresca.
Después de comer, un paseo en bus turístico. Vemos los "macarrones" desde muy cerca [Tania los ha bautizado macarrones porque su nombre francés es macareaux pero no me acuerdo como se llaman en español] y subimos andando hasta el interior del cráter de la erupción de 1973. Tania baja hasta el fondo del cráter. Desde unos metros más arriba le digo que busque entre la graba y las cenizas a ver si encuentra el tapon y le pido que tire de la cadena si lo encuentra para que salga la lava otra vez. No me cree pero escarba con sus manos un poco.
Un vuelo de 20 minutos y ya estamos de vuelta a Reykjavik. Un buen paseo por la ciudad. La gente en las terrazas al sol. No tiene aire de gran ciudad. Me gusta mucho.
Cena en una pizzeria y a la gueshouse a intentar dormir pese a la claridad perpetua de la noches de verano islandesas.
Muchas risas con Tania en el pequeño aeropuerto leyendo (interpretando) con un poco de imaginación un periódico islandés.
Hace un día con sol y cielo azul. Cruzamos los dedos para que tengamos muchos días como este.
Pequeña confusión al coger el autobús al llegar a la isla pero todo se resuelve rápido y bien.
Tenemos suerte y hemos tomado los mejores sitios en la cubierta superior del pequeño barco. Comenzamos nuestra excursión alrededor de la isla después de ver un documental de la erupción que paso aquí en 1973 y destruyó una parte del pueblo. El cráter es visible muy cerca del pueblo.
Es impresionante pensar lo que pasó aquí cuando yo era un bebé de 4 meses y como la vida retomó su curso normal hasta hoy a la espera de que la bestia se despierte otra vez.
Desde el puerto el paisaje es suntuoso. Desde el mar aun más.
Damos la vuelta a la isla. El capitán nos lleva al interior de varias cuevas donde anidan muchos pájaros. Aves marinas de las que desconozco el nombre.
Toda la superficie del mar alrededor de la isla está llena de "macarrones" (esos pájaros blancos y negros con el pico multicolor que muchas veces he visto en documentales en la tele) como los llama Tania. Los acantilado y las pendientes de hierba sobre ellos también están plagados de aves marinas.
Tenemos mucha suerte. ¡Hemos visto una ballena!. La primera en nuestra vida (sin contar con las orcas del parque Marinland).
El capitan nos lleva a una última gruta antes de entrar en el puerto y nos toca una melodía con su saxofón para mostrarnos la acústica tan buena del lugar.
De vuelta al puerto nos tomamos una sopa para calentarnos porque, aunque había sol y cielo azul, la brisa del mar es fresca.
Cena en una pizzeria y a la gueshouse a intentar dormir pese a la claridad perpetua de la noches de verano islandesas.
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