Abandonamos Vik con ganas de avanzar. Atravesamos una llanura aluvional que nos parece inmensa (todavía no hemos visto lo que nos espera después). Llegamos otra vez a la Lava del Fuego después de haber pasado por aquí con Rakel hace unos días. El color verde grisáceo del musgo seco de varias jornadas sin llover inunda el inmenso e interminable campo de lava. Dejamos la N1 para hacer un paseo por la garganta de Fjardrargljufúr. Tania parece cansada de coche. A sus cinco años políticamente correcta nos dice - Quiero tomar un café - buscamos un sitio camino a la garganta pero no hay suerte así que aparcamos al comienzo del sendero y empezamos a andar.
El río parece haberse abierto camino entre la lava y el borde de la montaña. El campo de lava se pierde en el horizonte.
Aparece ante nosotros la gran masa glaciar de Vatnajökull con las primeras lenguas glaciares que bajan paralelas por los valles como queriendo acercarse al mar. Me impresiona la lenguag Skeitharárjökull que según mis cálculos debe de tener unos 15 kilómetros de frente. Los glaciares de los Alpes parecen de juguete a su lado. Creo que "La Mer de Glace" debe tener unos diez kilómetros de pero de largo ¡ mientras aquí este glaciar hace quince solo de ancho!
Llegamos a la recepción del parque no sin antes atravesar la llanura de Skeitharársandur pasando junto a los últimos vestigios de un puente que la inundación catastrófica, una avalancha de agua, hielo, cenizas y rocas que se produjo en 1996 debido a una erupción volcánica subglaciar. ¡Que fuerza debió tener la avalancha para retorcer vigas de acero tan inmensas!
Aprovechando que es todavía temprano salimos rápidamente para hacer un paseo cortito que Rakel nos había recomendado.
A tres o cuatro kilómetros del centro dejamos la N1 otros dos o tres kilómetros hacia la lengua Svinafellsjökull. Llegamos a una zona de aparcamiento. Despertamos a las niñas y después de andar cinco minutos, llegamos a un balcón natural sobre el glaciar. El hielo está muy blanco, bonito y muy muy cerca. El cielo azul y las vistas de las cimas y el casquete glaciar (solo el borde) desde el que baja esta lengua hacen de este un sitio muy muy bonito y, como siempre, impresionante.
Cuando ya hemos acabado aparece una señora islandesa que no habla ni papa de ingles para recoger el boucher. Nos dice más o menos que viene otro grupo. Pronto aparecen. Son dieciocho españoles, casi todos de Barcelona y alrededores. En general poco simpáticos con algunas excepciones. Como siempre en estos casos, mayoría de mujeres. Por suerte hemos comido ya. Nos vamos al confortable salón de la casa y ellos alborotan en la cocina.
Acostamos a las niñas. Sorana también cae rápido y yo me quedo a escribir hasta las dos de la madrugada cuando la casa se ha calmado. Me alegro de no haber ido a caminar esta noche porque parece una noche muy oscura.
Cansado y satisfecho me acuesto.
[¡Otro día de sol! Todavía no me lo creo.]
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