martes, 21 de julio de 2009

Hólaskjól - Strútur. 21 Julio 2009


Nos despertamos tarde. Sorana y Tania van hacia la cascada que yo visité anoche por recomendación mía mientras yo guardo a Diana. De allí bajamos hacia la civilización para comprar algunas provisiones y en especial leche para Diana. Lo hacemos en el impronunciable pueblo de Kirkjubojarklaustur.

Improvisamos un picnic en la oficina de turismo del pueblo. Después, atravesando primero el campo de lava llamado " Lava del Fuego", salimos otra vez de la civilización para acercarnos de nuevo a la naturaleza salvaje.

Es interesante pensar como una erupción como la de la Lava del Fuego del volcán Katla pudo afectar tanto a los Islandeses. Aquella fue la erupción mayor conocida den la historia escrita. Produjo una gran hambruna y la muerte de un tercio de la población de Islandia. Produjo una drástica bajada de las temperaturas en Europa con la consecuente perdida de cosechas y finalmente fue uno de los elementos que dieron lugar a la revolución francesa.

Pronto nos internamos en pistas remontando valles. El casquete glaciar Myrdalsjökull aparece frente a nosotros un poco a izquierda. Las nubes nos lo habían escondido hasta ahora. Poco a poco vamos pasando el glaciar y, girando entorno a él, llegamos a la impresionante llanura de Molifellssandur.

Es una explanada realmente llana, surcada por agua que, según nos cuenta Rakel, está cubierta totalmente cuando llueve mucho. Después de tantos días sin lluvia está casi seca.

Sorana y yo nos vamos turnando al volante. Tania pasa ríos sobre las rodillas de Rakel al volante de "nuestro" impresionante 4x4. No podemos irnos sin hacernos una foto y probar la máquina.


Mientras avanzamos sobre la llanura de cenizas negras con el glaciar al fondo, se dibuja en el horizonte la silueta de pirámide perfecta de un verde casi fosforescente del volcán Molifell que parece irreal tan verde plantado en la negrura de las cenizas que cubren Molifellssandur. Rodeamos el volcán por la izquierda para finalmente dirigirnos a la derecha. Este rodeo nos permite sortear un torrente que parece un poco más fuerte que los anteriores por un sitio un poco más seguro. Rakel no deja a Tania conducir mientras lo atravesamos.

Tras avanzar unos pocos kilómetros más llegamos a nuestro destino del día: el refugio de Strútur. Aquí conocemos a uno de sus guardas (al que le toca por turno). Se llama Arni. Es un hombre campechano y amable que se hace apreciar rápidamente. Enseguida se ve que le gusta estar aquí. Pronto conocemos a sus dos hijos y a su mujer. Compartimos el refugio con otro hombre acompañado por sus dos hijos.
Pronto Tania está jugando con tres niños al escondite y al pilla pilla. La lengua no es barrera si se pone empeño.

Cuando el cansancio llega, los niños se ponen a jugar a las cartas. Tania me pide que vaya a buscar la baraja española que trae en su mochila y pronto están los niños y el hombre que también duerme en le refúgio jugando a las cartas con baraja española al juego "el despiste" o más bien al "paso" como lo llama Tania. ¡Que pasada!. Yo me siento a escribir una vez mas mientras veo como juegan por el rabillo del ojo.

Rakel prepara una deliciosa pata de cordero a la barbacoa del refugio para cenar. Mientras se hace la carne, reúne en una asamblea a todos los islandeses, niños y adultos, para tratar de encontrar los nombres y la descripción de los trece Papás Noeles islandeses. ¡Sorpresa! Al final hacen una lista de catorce en lugar de trece. No saben cual es el falso.
Nos chupamos los dedos comiéndonos la pata de cordero cocinada a la barbacoa.

Es hora de dormir. Nosotros tomamos la planta baja del refugio mientras que la otra familia se apodera de la de arriba. Acostamos a las niñas. Sobre la media noche, Sorana y yo montamos sobre el 4x4 del guarda que nos acerca cinco minutos hasta el comienzo de nuestra excursión nocturna a Strútslaug. Rakel se ha quedado haciendo de canguro de las niñas dormidas.

Empezamos a caminar bajo la atenta vigilancia de un pico afilado del que desconozco el nombre. Sorana sale disparada pendiente arriba sin duda impulsada por los nervios que le provoca el haber dejado a las niñas. Cruzamos el primer paso de montaña hacia el siguiente valle en un tiempo récord con Sorana siempre en cabeza. Se le ven ganas de acabar y volver junto a las niñas. Bajamos la ladera hacia el fondo del valle. Aquí no hay pistas y, si no fuera por la huella de la estrecha vereda que seguimos, se diría que nunca pasó nadie. Pronto llegamos a la orilla del torrente en el fondo del valle. A unos cien metros aguas arriba se ve una cascada preciosa. Sorana vuelve a estar con los nervios de punta. Le da pánico atravesar los ríos saltando de piedra en piedra. Finalmente encontramos un lugar donde ella se atreve y, medio andando sobre el lecho poco profundo y medio saltando, conseguimos vadearlo con las botas secas por dentro. Acto seguido nos ponemos a remontar la ladera opuesta deseando ambos que nuestro destino aparezca rápidamente ante nuestros ojos. La pendiente es al principio empinada pero termina por calmarse hasta que llegamos a lo alto de la cresta. Tenemos un sentimiento encontrado. Frente a nosotros se abre un nuevo valle muy hermoso pero no hay ni rastro de nuestro objetivo. Es muy diferente al que acabamos de atravesar. A nuestros pies no pasa ningún torrente sino que hay una llanura inundada surcada por infinidad de riachuelos que seguramente, lejos de nuestros ojos, se juntarán para formar uno de esos poderosos ríos islandeses que ya hemos visto en otras partes del país. Bajamos hacia el valle con la esperanza , una vez más, de encontrar lo que buscamos al final de la pendiente. Siento como Sorana se va poniendo nerviosa, más y más nerviosa a cada paso. Varios minutos después estamos al borde de la llanura inundada conmovidos por su belleza y al mismo tiempo contrariados.

Tomo la cabeza sin mediar palabra y avanzo siguiendo la vereda unos metros por delante. El camino bordea la llanura por la falda de las pendientes de una sucesión de cimas que cierran el valle a nuestra izquierda. Después de avanzar un buen rato, veo y temo, unas fumarolas que salen del pie de una montaña en el lado opuesto del valle. La noche clara islandesa se va haciendo cada vez más clara. Todo el cielo está ya casi azul. Mi miedo se va haciendo realidad. Las lejanas fumarolas se insinúan como nuestro destino final.

Después de mucho esfuerzo lo hemos conseguido. Ya casi estamos.


Última decepción. Hay que atravesar otro torrente para llegar a las piscinas naturales de agua caliente que estan ante nuestros ojos justo al otro lado. Sorana sufre ante la idea de atravesar el río. Yo busco y rebusco hasta que por fin encuentro un lugar donde, con un poco de ayuda, Sorana puede atravesar.

Exploramos un poco el lugar. En un par de minutos ya estoy reconfortando mi cuerpo del esfuerzo metiéndome en pelotas en la piscina naturalmente calentita alimentada por las fuentes calientes que abundan en este sitio. Columnas de vapor se elevan del agua. El frío del aire ya no molesta. Mis músculos y mis huesos agradecen el calor. Sorana me mira con una cara de boba ahí fuera abrigada. Tiene reparos en meterse pero le dura poco. En un minuto se desnuda y se mete en la piscina conmigo. A valido la pena. A muchos kilómetros de la civilización. Sin nadie que venga a molestarnos aquí estamos disfrutando de un baño en la noche clara de Islandia que por unos veinte minutos es para nosotros más paraíso que nunca.

Ya bien calentitos, nos salimos y secamos. Nos vestimos y sin dilación comenzamos el camino de vuelta. Estamos satisfechos y contentos. Vamos muy rápido. Sobre las cinco de la mañana nos estamos acostando junto a nuestras niñas que duermen tranquilamente sin saber que, por una noche, sus papás les han sido infieles.

[Sigue haciendo buen tiempo. Cualquiera diría que estamos en Islandia]

No hay comentarios:

Publicar un comentario